6 de septiembre de 2011

ARS MORIENDI (29)


29# —SE LLAMABA BAHADUR.


Un turco valiente, atrevido, natural de la provincia de Trabzon, de cuya capital, Trabzon (en castellano Trebisonda), situada en la costa del Mar Negro, habló Jenofonte en su Anábasis, allá por el cuatrocientos antes del cero.

»Tenía serias molestias en un pie, en la ingle, en el surco nasolabial, en el triángulo de Farabeuf, en las vísceras, en la espalda, en las venas menos importantes (varicosas), en las venas más importantes (las que no se ven), en una escápula, en el téctum, en el bulbo olfatorio, en la corteza cingulada, en el pericardio, en el endotelio y, últimamente, en los lobulillos pulmonares. Era un poco hipnótico, Bahadur, hipocentauro, hipofosfito, mierda, ejem, era un poco hipotecable, quiero decir, un poco hipocondríaco. No se callaba nada.

—Entonces murió de cualquier cosa —dijo Pitusa—. Al menos a éste no se lo han cepillado.

—No tan rápido —espetó Sombrero—. Hace unos días cojeaba del pernil.

—Un esguince, seguramente —aporté mi opinión.

—En su muerte nada tuvieron que ver los ligamentos —dijo Sombrero—. ¿Qué por qué lo sé? Pues no lo sé. Uno escucha cosas y no está para verificarlas todas. Uno tiene sus propias preocupaciones, sus problemas propios.

Pitusa maldijo por lo bajo.

—Lo que interesa —dijo Sombrero—: Se derrumbó sulfatado, el otomano.

—¿Fulminado?

—Eso es, a plomo. Sobre el suelo. No había otro lugar. Se desvaneció. Repentinamente. El turco ha muerto envenenado.

—Maldita sea.

—Esta mañana se encontraba mal y vino a verme. Le dolía mucho todo el cuerpo y ya sabemos lo que esto significa.

—No lo sabemos —dije, con firmeza, haciéndome el ignorante, sin saber a qué se refería, disimulando—. ¿Qué significa, pues?

—Un síntoma inequívoco.

—Un síntoma inequívoco…

—Sí, un síntoma, un fenómeno revelador.

A Sombrero le parecieron obscuras las palabras de Sombrero. Superando su confusión, para esclarecerlo todo, dijo:

—Pepinillos del diablo.

Se me hincharon los yarboclos, que son los testículos de Anthony Burgess pero más grandes.

—Pepipollas, Sombrero. ¿Me oyes? Pepipollas.

—Pepinillos. Del diablo. Únicos supervivientes de toda la flora del camping y sus aledaños. Pepinillos del diablo. Son harto venenosos. A grandes rasgos, mortales a grandes dosis.

—Pepinillos del diablo —suspiró Pitusa.

—Desdichado Bahadur —dijo Sombrero.

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