27 de agosto de 2011

ARS MORIENDI (24)


24# —SE LLAMABA WAGGONER


—dijo Sombrero—. Un alemán con toda la pinta de alemán cuyo nombre significa «fabricante de carros». Dejó de fabricarlos y se puso a criar malvas el día que cayó la tremenda granizada. Pero vosotros andabais ocupados y quiera Dios que chingandito porque de otra forma es indignante y sobrecoge.

Pitusa hinchó los mofletes.

Sombrero retomó el discurso:

—Las bolas de hielo eran preciosas, y grandes, pero inofensivas. El tipo tuvo mala fortuna. De todos los proyectiles descargados aquella noche sólo había uno de plata, y no es que fuera el hombre psicotrópico, ejem, que me trabo, filantrópico, joder, acabaré por decirlo, licantrópico, pero el argentum —de número atómico 47— le cayó en el parietal con toda la fuerza de la percusión, por lo que muy probablemente le dispararon desde arriba y, para más cojones, con una malicia especialmente musical.

—Nosajo —dijo Pitusa—. De toda la vida graniza para abajo.

—Yo he visto llover de canto y hacia arriba —dije (siempre lo digo), pero reconozco que escribirlo aquí no tiene ningún sentido ni apariencia de realidad— y una vez, por la fuerza del viento, el agua no llegaba a tocar el suelo y ascendía otra vez, mojando las patitas de los pájaros y el interior de los paraguas.

—Sí —dijo Sombrero—. Pero el citado proyectil era una bala y, o bien se efectuó el disparo desde el único punto posible, en la cresta de mi garita, que es el punto más alto, o bien la bala se disparó hacia el cielo, como para espantar a un zopilote americano, por la gracia del verbo, y por el camino de vuelta se topó con el parietal de Waggoner. Yo soy de la segunda teoría —concluyó— porque mi mujer, la pobre, padece de vértigo posicional y no se monta en la garita ni por una piastra.

—Pero tú no tienes vértigo —dijo Pitusa—. Tú pudiste disparar la bala.

—Cierto —respondió Sombrero dominando los campos gravitatorios—. Sin embargo yo soy siniestro y a Waggoner le dispararon con la diestra.

—Eso no se puede saber —dije.

—Es posible que no se pueda saber —dijo Sombrero—. Pero se sabe. Todo gracias a unos cálculos complejos derivados de otros cálculos más simples. Metopas, triglifos, triclinios, tricotomías, ejem, cálculos trigonométricos. No hay duda. Es un hecho comprobado por la investigación del cuerpo de uniformes y un dato doy por si os interesa.

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